Principals temes tractats:
- Records dels combats viscuts al seu poble durant la Guerra Civil.
- L’estraperlo per poder afrontar la misèria.
- El patiment familiar per la marxa dels fills al front.
- Denúncies i assassinats franquistes.
- Les falangistes i les “flechas”.
- La penúria a Extremadura amb el règim franquista.
Va néixer el 17 de febrer de 1926, al poble d’Hornachos, a Extremadura. Va venir a viure a la Garriga amb 30 anys. Al seu poble treballava de puntaire i el seu marit era pagès. Després d’anys de pocs guanys, males collites i problemes mèdics van decidir provar sort a Catalunya. Tenien pensat estar-hi un temps, guanyar diners i tornar al seu poble, però finalment s’hi van quedar. Treballaven tots dos en una fàbrica de filatures. Té dos fills, una noia i un noi.
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Cuando vine a vivir a la Garriga tenía 30 años. Viví en la calle Calabria, al lado de los padres del Joan Garriga, allí, que tienen ahora una tienda de niños pequeños, me parece..., sí, que esta de esquina. Que hay una bocacalle así, bueno, aquello no es ni calle ni nada, que hace esquina.
Luego, me trasladé de allí a la carretera de l’Ametlla, en una casa de mi Isidro, que ya es muerto. La casa era de aquel señor, de mi Isidro, sí, porque él hace ya no sé cuantos años que murió, que me parece que cuando murió tenia 101 o 102. Era muy conocido aquí, en la Garriga, y luego nos vinimos aquí, al piso este.
Bueno, yo en mi pueblo, pues, trabajaba haciendo puntas... encajes de bolillos. Hacíamos cubrecamas entre varias, porque un cubrecamas tiene mucho trabajo. Hacíamos mesas de... tapetes para las mesas del comedor, para las mesas camilla... hacíamos tapetitos para ponerlos en una mesilla para almorzar. Hacíamos muchas cosas, hacíamos puntita también. Mi oficio era ese. Mi marido trabajaba en el campo, de payés.
Decidimos venirnos, porque allí, pues claro, los años eran malos. Mi marido trabajaba en tierras de alquiler y claro, si viene un año malo, el dueño, su parte no se la quita nadie y luego lo que quede pues... el trabajador es el que se queda con menos. Y claro, pues, nosotros...
Cuando yo tuve mi primer hijo, que lo tuve allí, pues, tuvimos muchos gastos porque me lo tuvieron que sacar, luego yo... me daba fiebre, estuve 29 días con fiebre. Y el médico me visitaba por la mañana y por la tarde porque no... no quedé bien, porque se me infectó una inyección de suero que me pusieron porque estuve mucho tiempo con los dolores, o sea, entre una cosa y otra, mal.
Y claro pues, luego lo que pasa, allí en mi pueblo, la farmacia y... mira yo te lo digo como se dice allí, la fragua, donde... van a arreglar las cosas del campo, el azar y todo eso. El azar es para levantar la tierra, la hoz es para segar y todo eso se pagaba por año, el médico también por año, vamos todo esto, la farmacia por año también se pagaba. Pues claro, vino el año malo y claro pues, de farmacia teníamos una pila de dinero y nosotros queríamos pagarlo todo, porque somos de aquellos que si me siento en una silla que sea mía.
Bueno pues, lo pagamos todo. Luego fue un amigo de mi marido que vivía aquí (a la Garriga) y que es muerto ya y dice: ¿Porque no os venís allí? Y como mi niño se murió a los doce días de nacer, pensamos que como estábamos solos pues vamos a ver como nos va, ahora que estamos solos, porque cuando tengamos hijos tienes ya que mirar las cosas de otra manera y entonces nos vinimos y nos vinimos derechos a aquí, a la Garriga.
Bueno, fue un poco duro, porque si se viene mi marido solo al otro día se va “pa” casa, ¡de verdad! (riu) pero bueno, mi marido empezó a trabajar no sé si un mes o dos en la tierra, con Canillas, esta torre de Canillas, la que hay conforme se va para l’Ametlla, a mano derecha, que es la primera al pasar el puente, aquella.
Y luego, entró en la fábrica Lauri, que era de hilaturas y luego ya, pues cuando cerraron... esta fábrica de Canillas de aquí, que eran dos hermanos, uno estaba por la parte de arriba que es donde trabajó mi marido con la tierra y el otro puso, el hijo puso una fábrica de piezas de coche y eso, que ahora me parece que lo compraron los alemanes... Y yo empecé a trabajar también en la fábrica de hilaturas.
Llegamos aquí el 56, en septiembre, ahora hará 51 años que estamos aquí. En mi pueblo hemos vivido siempre dentro del pueblo. Nosotros allí en el pueblo, las mujeres, no vamos al campo.
Mi padre trabajaba en una casa de las más ricas del pueblo y él era el que se cuidaba del personal, que aquí se le dice el encargado y allí se le dice un manijero, que va a cargo del personal, en la tierra. Y mi tío, un hermano de mi padre, estaba también en el cortijo, toda la familia estábamos allí, en aquella casa y el hijo de mi tío, el mayor, era el administrador de la casa. O sea todos, vivíamos dentro del pueblo...
Porque la República pues, estalló el 36, no el 31. Bueno, pero me acuerdo que había las manifestaciones y todo ¿no? Y me acuerdo que... pero en mi casa no se iba a las manifestaciones, nos quedábamos en casa.
Y luego, hubo una manifestación, que me parece que fue la última, que luego ya estalló el movimiento, se ve que muy grande y me acuerdo que mi padre, que en paz esté, le dice a mi hermano el mayor, que también ha muerto: ¡Mañana no se sale de casa! Y había una manifestación grandísima, ¡¡grandísima!!
Entonces mi hermana la mayor estaba casada y me fui a la casa de mi hermana y desde el balcón de la casa veíamos... había un monte muy grande, allí se le dice un cerro, el Cerro de las Cruces y desde allí veíamos... y claro en el silencio pues se sentía, y como mi hermana vivía en la parte de abajo del pueblo, pero que estaba lejos, se sentía allí, en todo el silencio y se ponían: ¡Todo lo que veis aquí, todo es nuestro!! Eso la parte izquierda, las manifestaciones de esa época.
Y luego bueno, cuando estalló el movimiento, yo me acuerdo... cuando estalló la guerra, yo me acuerdo que había gente, pues una señora de allí, de mi calle, yo era pequeña, y una señora, pues, nos decía a todas las crías: ¡Ay!! Que vienen los falangistas, que los falangistas son muy malos!! ¡Ay!, nosotras que sabíamos y nosotras: ¡Uy!! Y yo voy y le digo a mi madre: Madre, mira lo que dice esta señora, ¡qué vienen los falangistas y son muy malos! -Anda, tú no le hagas caso- me decía mi madre.
Luego me acuerdo de aquello, que era al principio, y luego cuando ya estalló el movimiento, que a los del Ayuntamiento... porque bueno, encerraron a los señoritos. Porque en mi pueblo no hicieron muchos registros, lo que hicieron es que se los llevaron a una ermita que había en el centro del pueblo, en la plaza España, una ermita que era la ermita de San Roque, una ermita pequeña, y allí los encerraron, a los señoritos, a los de derecha.
Y una señora les llevaba la comida, que era maestra de escuela y el marido era farmacéutico y entonces, pues ella, en la comida les ponía un papelito escrito, dentro de una bolsita de plástico, para que no se estropease y entonces se enteraban de lo que pasaba en el pueblo.
Bueno pues, que pasó, que sacaron los Santos de la parroquia, ¡barbaridades! Pero a ellos (als que estaven tancats a l’ermita) no les hicieron nada. Luego ya cuando dijeron que venían las fuerzas de derechas, los Nacionales, pues se fueron corriendo y dejaron el Ayuntamiento solo. Y al dejar el Ayuntamiento solo ¿qué pasó? Que abrieron la puerta de San Roque y salieron los de derechas y cogieron el Ayuntamiento.
Pero allí había cuatro fusiles y nada más, y cuatro municiones, pero ellos dijeron: ¡Estos van a venir otra vez!! Y entonces, la plaza la pusieron de parapeto, yo lo digo a mi manera ¡eh!! Pusieron sacos de arena para proteger la parte baja del pueblo, mi pueblo hace pendiente.
La parte de arriba, pues con los balcones, digamos, los doblados, aquí se le dicen golfas, que es donde se echa el grano cuando se recoge, y allí, con las ventanas y los balcones y eso, pues estaba más protegido. Pero la parte de abajo, en la plaza, pusieron eso.
Bueno, pues vienen y yo me acuerdo que venía de casa de mi tía y en el castillo de mi pueblo, de la sierra, pusieron una bandera colorada. Y todo el personal de la plaza y de la calle aquella que está enfrente: ¡Oye, mira!! Ay, que vienen los rojos, decían. Es mejor que diga los de izquierdas ¿no? Y yo llego a mi casa y le digo a mi madre: Mamá, mira, están diciendo que en el castillo han puesto una bandera “colorá” y que vienen los rojos, y desde la azotea de la casa de mis padres, que ya la vendieron, cuando ya nos vinimos aquí y eso se vendió, pues se veía, se ve un campo. Y mi madre dice: ¡Ay!! Mira, por allí van corriendo, veía gente correr por todo aquello de la Sierra y entonces empezaron el tiroteo. Y yo le decía a mi madre: ¿Y eso que suena, que es mamá? (riu) Y mi madre me decía: ¡ay!! Que vienen los de izquierdas, hija, que vienen los de izquierdas! Bueno pues, mi madre cerró la puerta y nosotros así, encerrados.
Pero los del Ayuntamiento en seguida que vieron la bandera colorada, porque el castillo se ve des de la plaza de España muy bien y claro, nada más que uno viera la bandera colorada lo entendió: ¡Mira, que hay una... entonces llamaron a Villafranca de los Barros, al teléfono: ¡Mandad fuerzas que vienen a atacar! “Namás” que pudieron decir esto porque cortaron la línea y los de Villafranca pues se ve que dijeron: ¡Uy!! Hornacho, no han vuelto otra vez a llamar. ¿Qué pasara? Pero claro con todo el tiroteo pues, ellos sentían... dice: Hay que mandar fuerzas, porque es que están atacando. Porque la parte de Badajoz es lo primero que sé... que cogieron los Nacionales.
Y bueno, pues claro, mandaron... ya ellos sentían los tiros porque claro los que estaban en la Sierra tiroteando, pues eso, desde Villafranca se ve la Sierra de Hornacho y el ¡ruido! No es un tiro, ¡son muchos! Y entonces mandaron fuerzas, que fue la Legión.
Y empezaron ¡puertas abiertas, puertas abiertas! ¡Y paños blancos! y salieron con paños blancos y eso, como que querían la paz. Y ¡Puertas abiertas! Y bueno, pues, allí, en la entrada del pueblo, en un garaje, había tres también protegiendo el pueblo, pero claro, se les terminaron las municiones y entonces pues, se fueron. Dos se fueron corriendo y entraron en un pajar, saltaron para un pajar, un pajar es donde se entierra la paja “pal bestiar”. Y por el techo, pues, se pasaron y ellos que lo vieron, los de izquierdas lo vieron y entonces entraron en el pajar y los mataron con la culata del fusil.
Pero esto, la casa de mis padres era de la plaza para arriba, sí y nosotros pues cuando terminó la revuelta aquella, pues mi madre dice: ¡Ay! Vámonos, vámonos para ca la tía y nos fuimos donde había estado el foco, y todas las puertas, mal!! Entraron por el lado de abajo del pueblo y por el lado de arriba sí, entraron, pero no hicieron nada. Y abajo, sí, allí pues hubo muertos y luego un señor, bueno, era un chico que estaba haciendo la mili, estaba con permiso allí y le cogió y ya se le terminó la munición y entonces tiró el fusil y lo cogieron. Lo subieron para arriba, con un señor de mi calle que también estaba, los ataron a los dos, el otro al brazo del otro y toda la calle arriba ¡qué se entregaran, que se entregaran! Porque les hacían decir que se entregaran, ya cuando vieron que no había manera, le dieron un tiro al chico aquel y cayó y el otro cayó con él y el otro se hizo el muerto y claro, como estaba lleno de sangre del otro... y entonces miraron “pa” si estaba muerto y él se hizo el muerto y por eso no lo mataron.
Y eso fue al principio de la guerra. Pero en mi pueblo no hicieron registros, ellos los encerraron (en l’ermita) pero como luego dejaron el pueblo...
Pero me acuerdo que los rojos entraron en la ermita de la Patrona, que esta otra estaba en la parte de abajo del pueblo, al pasar por la carretera, y entraron y a la ermitaña le decían: ¿Dónde está la Virgen?, ¡Dónde está la Virgen! y le pegaron y empezaron a pegar tiros y ahora tiene un camarín, antes estaba en... nosotros decimos en una “urnia” grande, sí, y toda la dejaron rodeada de tiros, pero bueno, tuvieron aquello de no tirarle a la Virgen, “namás” que todo alrededor. Y bueno ella se lo dijo al párroco y entonces trajeron la Virgen a San Roque, a la ermita de San Roque que era la que estaba en la plaza España, en el centro del pueblo.
Pues y... bueno, si te digo que a un señor que era del ejército y se llamaba Don Diego Franco, pero no era Franco (riu), el apellido y ya está que vivían en la calle de mi tía y se ve que la mujer se hizo pasar por una viejecita, se puso un pañuelito y entró en la cama de una vecina, como que era una vieja que no se encontraba bien, y ellos: ¿Dónde está la mujer de Don Diego Franco? Dónde está? Entraron y la vecina dijo: Es mi madre, mire usted, es mi madre que está muy vieja. ¡Y todo por el apellido!, todo por el apellido.
No, eso no, la iglesia no la quemaron, sólo la Virgen por alrededor y nada más, no hicieron mucho. Ves, en Almendralejo sí, quemaron a los que, a los señoritos, que los hicieron entrar a todos, médicos, maestros de escuela, abogados... todos. Y le prendieron fuego y uno de mi pueblo pudo salir y venía quemado!!, no sé si vivirá todavía porque... quedó muy mal. Pero ese se salvó, pero curas y todo ¡eh!, quemaron a mucha gente, pero eso fue en Almendralejo. En mi pueblo no llegó a pasar eso.
Sí, había un clima violento, ya se veía que aquello no iba bien. Luego la guerra, y luego los de derechas que sí que hicieron mal, los de izquierdas no hicieron tanto porque, yo digo, no les daría tiempo tampoco. ¡No les daría tiempo!
Pero los de derecha, bueno pues, los que eran... Cogieron las hijas, nada más porque los padres habían votado por la izquierda y las esquilaron y les dieron un vaso de aceite de ricino, así, de estos alargados y a beber... eso, nena, antiguamente, cuando era pequeña, mi madre nos daba un vasito así, bueno, pequeñito de aceite y le echaba zumo de naranja para que supiera mejor. Yo, no había manera (riu) y encima ellas, las pobres, un vaso de estos alargados ¡eh! Y les pelaron la cabeza, pero al cero.
Y luego pues, entraron los que eran de izquierdas y los encerraron también en San Roque.
Los de derecha hicieron más, los de izquierdas no sé si es porque no les dio tiempo, pero los de derechas, pues, mataron a muchos que tenían encerrados.
Mira, yo nena, nosotros siempre hemos sido de derechas, mis padres siempre han votado por la derecha. Pero hemos sido una familia que los de la izquierda sabían que mi padre votaba por la derecha pero nos querían lo mismo que si hubiese votado por la izquierda. Mi padre era muy querido porque él no le hacía daño a nadie y, otra cosa, antes de esto pues, había, se decía el censo y salían por el balcón del Ayuntamiento: -Fulano de tal que vaya a trabajar con fulano, el otro con el otro, bueno y... a mi padre sí, fulano de tal que se vaya a trabajar con Pablo Cuevas... pero a mi hermano no lo nombraba. Entonces mi padre, pues, le dijo, son cosas que oía en mi casa y cosas que oías en las personas mayores, pero de aquello te acuerdas más de lo que haces hoy!!... Y mi padre le dijo al segundo alcalde: -Bueno, y mi hijo con quién va ir? Dice: Pues tu hijo contigo, tú hijo no entra, tú hijo y tu no entráis en el censo. O sea, había manijeros que le echaban, iban por la carretera y le echaban la gente para atrás, a mi padre nunca se la echaron, eso sí, nosotros no tenemos quejas ni con unos ni con otros. A nosotros nada, la familia nuestra no podemos decir que nos hicieran daño.
Mira, había dos colegios de Nacionales y luego habían dos que no eran nacionales, que una tía mía, que su marido era hermano de mi padre, también, pues ella daba escuela, pero ella no tenía la carrera, daba escuela particular, pero ella había estado de ayudanta con una maestra y entonces aprendió mucho. Aunque no tenía título, tenía mucha experiencia. Y luego, por entonces, se daban las clases por la mañana y por la tarde se hacían labores, de chicas, porque los chicos iban a parte, no era como ahora. Y mi tía que íbamos a... ella, a mi tía.
Bueno, luego mi hermana, la pequeña, sí que fue a las monjas. Porque esta señora donde mis padres trabajaban, pues, tenía una finca que quedó para las monjas. A las monjas de Maria Auxiliadora les pusieron un convento y les quedó una finca por si el convento, o sea, por si no tenían vacantes para vivir y eso, bueno, pues que les quedó una finca para ellas, las monjas.
Y entonces, mi hermana, la pequeña si que fue, yo ya me quité de la escuela. Y lo que pasa, por allí, entonces, no sé, pero nosotros teníamos una madre que a ella le gustaba que supiéramos y eso, pero lo que pasa es que si tenías muchos hijos, unas veces: ¡Ay!! No vayas, porque mira, voy a pintar, otras veces porque voy a hacer esto y mira te tienes que quedar con el pequeño. Somos seis hermanos, pero yo era la que me tenía que quedar con mi hermana la pequeña y mi hermano el pequeño. Mi hermana, que también hace punta, y ella saca más patrones que yo. Y con ella me tenía que quedar. Sé, bueno, para arreglarme yo, pero aquello de decir las cuatro reglas no las sé tampoco.
Durante la guerra se acabó la escuela. La iglesia no, íbamos a misa y eso.
Lo que pasa es que en la ermita, es que en mi pueblo fueron a atacar tres veces, la primera vez fue esa que ya te he dicho y la segunda vez fue: ahora, el 7 de septiembre, que el 8 es la Fiesta Mayor, es la... en mi pueblo... es la Patrona, en Hornachos.
Y la segunda vez fue el siete de septiembre, que hacían la misa de campaña, porque claro, luego ya, me parece que cuando fueron la primera vez nos faltaron las fuerzas de allí, los soldados nos faltaron. Y estando en la misa nos fueron a atacar otra vez. Era misa de campaña, que era fuera en la plaza, porque en la ermita no se cabía, toda. Nosotros decimos así, misa-campaña.
Y la tercera vez vinieron por la sierra y bueno, hubo un señor que fue a las fuerzas, al ejército y le dijo: ¡Por tal sitio vienen!!. Y desde la calle nuestra se ve la Sierra, toda. Y fueron de derecho por la Sierra, pero ahí... yo claro, yo ahora lo comprendo, también, lo que decían los mayores. Dice: Han cometido un error-dice- porque claro: La sierra es ésta e iban por aquí (fa forma de circunferencia y assenyala el mig), pues claro, los de la Sierra se los cargaban. Allí, en las cuevas de la Sierra pues ellos se escondían, aquello también lo tengo en mi memoria, mira!!
En cambio si van por este lado y por este los rodean, la sierra es ésta, si vienen por un lado y por otro los cogen y ahora yo digo, pues claro que sí que tenían razón.
Bueno, pues iban las fuerzas formadas por la calle, cantando e iban unos con los caballos, eso fue la última vez que fueron a atacar, la de la sierra. Y iban pues, claro, pasaban por la calle donde vivíamos nosotros y “al anar” vienen pidiendo mantas y sábanas, las mantas con los heridos y las sábanas con los muertos. ¡Oh!! Aquello fue!!
Y uno que era un hombrachón muy guapo, que iba en el caballo, aquel, no dieron con él, lo habían matado y no dieron con él y al día siguiente, pues, fueron a buscarlo y estaba entre la sierra y unos, digamos, unas leñas. Ése era de la parte de la Serena que se vinieron corriendo, por la parte de la Serena hicieron mucho, aquí no tanto...
Gente muerta tirados por todos sitios y a éste que te digo, al día siguiente lo encontraron y me acuerdo que íbamos a comer al mediodía, y venían la calle abajo y cantando y él en la camilla, muerto y mira, en mi casa se quedó la comida.
En una guerra se pasa mucho miedo. En el pueblo no se pasó “gana” durante la guerra, no se pasó gana porque había los que habían ido huyendo que eran los de izquierdas y los que no se fueron huyendo se los llevaron al Tercio y para los hijos pusieron comedores, para darles de comer.
El Tercio, sí, porque... mira, hay la caballería, cuando hacen el Desfile, aquí en España, el día de la virgen del Pilar, está la Infantería, la Caballería, estos que van con el borreguito, bueno también la artillería, ¡ahh! y el Tercio. Esos antiguamente se ve que alguno que hacía alguna cosa lo mandaban allí porque es una tropa muy rigurosa y los mandaban allí, pero a los hijos les pusieron comedores.
Tarjetas de racionamiento, sí. ¡Uy!! Eso lo teníamos todos pero esto fue después de la guerra. Fue después de la guerra que vino la escasez, entonces pusieron la Cartilla de Racionamiento, te daban un “bocito” para todo el día, pero eso todo el mundo.
Lo que pasa es que en mi casa como sembrábamos, pues teníamos un poco de trigo y también pues, lo revolvíamos y hacíamos el pan y ¡Uyy! Cuántas veces he hecho yo pan y he calentado el horno y todo!
Porque aquí, “una ayuda pal bollo”, pero nosotros no. Mi madre ponía unas ollas de garbanzos... Allí, en el cocido, pues, se pone una cansalada para que haga el caldo y... exacto, y las miguitas de pan nos las comíamos con la cansalada y los garbanzos sin pan, para ahorrar.
Y una prima mía, una sobrina por la parte de mi padre, tenía una panadería y claro, pues, mi madre me mandaba a mí para ponerme en la cola del pan, pero es que a veces se terminaba y no había para toda la gente. A mi madre le daba vergüenza ir a la cola y me mandaba a mí. Y yo ¿sabes lo que hacía? Llegaba a la cola: -Quién es la última? ¡Soy yo! O fuese un señor o fuese una señora. Pero yo me iba a la cabeza de la cola. Y mi prima, pues, abría la ventana para dar el pan, porque la puerta no la podía abrir por la avalancha de gente y yo, pues claro, estaba en la cabeza, y le decía: -¡Isabel! Le daba el dinero y mi prima me daba el pan.
Una vez, me acuerdo, que yo llegué tarde a la cola y se le terminó el pan. Y entonces oí que los municipales decían: -Mira, en casa de Juan Reyes- que también tenían panadería -allí me parece que hay pan. Bueno, una tía mía sacaba el pan de allí. Y voy allí, y fuimos unas cuantas señoras y yo, pues, me iba con las señoras, y se le había terminado: no puedo remediar nada.
Pues yo vengo y tenía que pasar por casa de mi tía y a mi tía le decíamos todos chacha... ¡Chacha!!. Dice: -¿De dónde vienes? Digo, mi prima Isabel
se ha quedado sin pan porque he llegado tarde y ya no... Claro, mi prima no me iba a guardar, verás, porque, claro, había allí más señoras y entonces le podían decir: -¡Yo también quiero pan!. Y dice mi tía: bueno, yo tengo dos panes - y nada más que eran ella y el hijo – toma un pan de kilo y me da uno.
Y vengo pa mi casa y tenía que pasar por el lado de mi prima y entro y le digo: Anda Isabel, que me has quedado sin pan hoy, ¡eh! Digo: Mira, mi chacha me ha dado este pan, y luego ella me dio otro pan (riu).
Estraperlo, ¡uy! Claro, llevaban raciones de arroz, de chocolate, azúcar... fideos, vamos de todo eso y hacían unos lotes y bueno, es lo que te digo, la puerta no la podían abrir porque... Y era, me acuerdo, porque yo iba y enseguida, como era tan pequeña, yo me escurría. Mi madre me daba el dinero justo y se ponían: ¡Que traigan el dinero justo que luego tenemos que cambiar y no tenemos cambio! Y mira, yo le decía: Mire usted, yo traigo el dinero justo (riu) y me daban el paquete.
Un día, era por este tiempo, y va una señora de la calle y dice: Mira, en casa del sevillano (eran de Sevilla) ¡están dando lotes! Y yo, que estaba durmiendo la siesta y mi madre: Genoveva, Genoveva, mira que... - era cerca, era en la misma plaza y dice: - Anda ve. Bueno, me da mi madre el dinero y yo voy corriendo, vamos que traje el paquete más rápida... yo me escurría. Es que en una guerra se pasa mucha hambre.
De pequeños, jugábamos, ¡uy! Más que ahora, nena!!. Jugábamos a las casitas, mira con los platos que se rompían, con las cajas del betún de limpiar los zapatos les hacíamos tres agujeritos, le poníamos unos hilos, a un lado y al otro, un palo y era el peso. Las muñecas las hacíamos ¡uy! Cuántas muñecas de trapo he hecho yo!! Y me acuerdo que, luego ya no lo hice, pero cuando era pequeña, los reyes me trajeron una muñeca, pero de cartón, me caía una mesita con una sillita, pero todo pequeño. Empecé a lavarla y me quedé sin muñeca (riu).
De actividades culturales, había el cine mudo, antes de la guerra, que lo tenía el párroco del pueblo e íbamos a la catequesis, también, y éramos hijas de Maria, féminas, vamos, sí... íbamos los domingos a la ermita de la Patrona que era donde íbamos a aprender la doctrina y luego, ya pues, dábamos nosotras doctrina a las pequeñas.
El pueblo nuestro ha sido un pueblo que ha visto mucha religión y ha sido un pueblo que ha tenido vida comercial y social, porque mira, nena, los padres de mi marido eran de Ávila y ellos vendían paños e iban con los caballos, lo mismo que ahora van con los coches, iban vendiendo. Entonces no había tantos mercados como ahora, iban por las calles, vendían ropa “pal” campo, que por allí se usa mucho la pana para el campo, vendían ropa de vestir también, vendían mantas para la cama, vamos que vendían de todo. Y como vieron que en mi pueblo vendían mucho, pues se quedaron allí, en Hornacho.
No, en mi pueblo no hubo bombas. Pero como en el cuartel no cabían todos los de la Falange, se juntaban los falangistas y los soldados e iban a descansar a mi pueblo desde la Serena. Y venían del frente, porque allí en todas las partes de la Serena hubo muchas batallas.
Mi hermano sí que fue a luchar, lo llamaron para ir a la guerra con diecinueve años y en la primera foto que nos mandó ¡Estaba asustado! ¡Uy!... mi madre lloraba. Y mi cuñado, el de mi hermana la mayor, ese también fue a la guerra, pero ese se quedó en Badajoz, no fue más lejos de Badajoz, éste y un primo suyo, también.
Luego, éste que yo te digo, don Diego Franco, no sé que es lo que era del ejército, pues se fue a casa de una tía de mi cuñado, allí, cerca de la casa a refugiarse todo el tiempo de la guerra civil. Estuvo allí viviendo y entonces él los puso en Badajoz y de allí no salieron.
Pero mi hermano sí, aunque tuvo suerte, también, que le tocó artillería pesada. La artillería pesada es la que rompe el fuego, el frente digamos. A lo mejor el frente está en Llerona y la artillería està aquí, o en las Franquesas, no estaba en primera línea. Está la infantería y la artillería ligera y la pesada se queda más atrás.
Pues mira, mi hermano nos escribía mucho y mi madre ¡lloraba! Y también se fue un chico que era de la misma edad que mi hermano, que vivía enfrente de mi casa, y aquel chico era hijo único y estaba siempre con mi hermano, eran de la misma quinta. Entonces, decían del primer reemplazo y del segundo y aquel era del primero y mi hermano del segundo y no les tocó juntos y aquel ¡la madre lloraba! Y no lo volvió a ver, pobrecito. Tuvo una carta que decía que estaba desaparecido.
¡Ay!! Cuándo entraron los Nacionales, eso fue el colmo! Mira, cuando entran en Madrid, que ya cogieron Madrid, que ya se fueron todos huyendo pasaron por aquí,... que fue cuando terminó la guerra. Empezaron a tocar las campanas, bueno, claro. Y pegando tiros y tocando las campanas al mismo tiempo. ¡Mira! Había gente que habían saltado de un corral a otro huyendo (riu)... aquello fue el colmo. Eso fue cuando ya se terminó, sí, porque ya te digo, en mi pueblo los Nacionales entraron enseguida, fue cuando atacaron la primera vez. Entraron los Nacionales, que fue la Legión la que entró. Y la gente salió a recibirlos y la autoridad también, y todos, por eso decían: ¡Puertas abiertas y pañuelos blancos!
Entraron por la parte de abajo de Villafranca, de Almendralejo, los Barros, todo eso y entraron por allí. La gente estábamos asustados, pero al mismo tiempo tenías la satisfacción que tenías gente que te protegería, que desde entonces la fuerza no faltó en el pueblo porque se iban allí a descansar y luego, los que estaban por la parte de la Serena, como te digo, Don Benito y Villanueva de la Serena que también es un pueblo grande, Cazuera, todo eso, toda esa parte se le dice de la Serena, lo mismo que las tierras de Almendralejo y Villafranca se le dice de los Barros. Pues cuando estaban allí los traían al pueblo nuestro “pa” descansar y se llevaban los que estaban allí ya descansados. O sea, desde entonces, no faltó la fuerza.
Y en el cuartel de la guardia civil del pueblo, que estaba a la salida del pueblo, pues allí traían a los heridos para hacerles las primeras curas y, luego, los llevaban a Badajoz. Cómo una enfermería, sí, y les hacían los primeros auxilios, exacto, o para evitar la hemorragia... ¡Uy!! Y cuando iban los camiones llenos de soldados y desde la azotea de la casa de mis padres, pues, se veía que venían de Villafranca, pasaban todo eso para Campillo y luego para la Serena. Camionetes llenos de soldados.
Fue cuando se terminó la guerra que vino el hambre, entonces era cuando mi madre ponía unas ollas de cocido y el pan lo dejábamos para la noche, para la cena. Y allí, en mi pueblo, murieron muchos, muchos, de hambre!! Muchos!! Gente joven.
Cuando entró Franco, denuncias... eso fue cuando se fueron los de izquierdas, que entró Franco, que nosotros ya estábamos en la parte de derechas, entonces sí. Aquel que yo digo que nadie tiene que acusar a nadie dijo: ¡Mira, fulano dijo esto!! Lo encerraban. El otro dijo lo otro, lo encerraban. Luego lo tenían encerrado que yo eso lo vi muy mal y lo sigo viendo muy mal, los confesaban tal como esta tarde y por la madrugada los montaban en el camión, los llevaban al cementerio y en la puerta del cementerio, los mataban. Eso ya lo veía muy mal y lo sigo viendo.
Y un padre, mira si es gordo eso, te explico: El hijo se cayó con el compañero y se llenó de sangre, creían que estaba muerto. Y a la que se fueron y eso, se fue a su casa corriendo y le dijo a los padres: ¡Escondedme porque ha pasado esto y no me han podido matar! Y el padre con toda su buena fe, porque eso yo creo que el padre estará donde... cuando nos morimos donde estamos y yo creo que tendrá eso, si es que tenemos otra vida. Y el padre le dijo: No, verás tú como te entregas y verás como no te hacen nada y es más satisfacción para ti y para todos, más tranquilidad. Y lo llevó el padre a entregarse y lo mataron y él no había matado a nadie, ¡nena! ¡Eh! Eso no se hace.
Y el párroco que le teníamos mucho aprecio y mucho respeto, fue el primero que tenía que haber dicho: ¡Yo no confieso para matar! Porque Dios perdona a sus enemigos, ¡mi iglesia y mi Biblia dice esto! Eso es muy fuerte.
No, no había mucha relación entre la Iglesia y el nuevo Régimen, no, eso no. Pues, mataron al hijo y a la mujer. La mujer estaba dando pecho a una niña, que tenían dos hijos. ¡Eso no se hace! tampoco. Y entonces, no era la vida como ahora, que ahora una criatura que nace no tiene que tomar pecho porque hay leche y hay cosas para subirlos y menos después de una guerra. ¡Y la mataron! Eso es un crimen.
Poco a poco, después de la guerra se fue normalizando todo, otra vez el colegio y yo fui flecha, entonces... había los falangistas y había las flechas, como una entidad, bueno, de mozas como tú. Mira, llevábamos nuestro uniforme. Llevábamos la falda plisada en azul marino, la camisa... ¡Éramos falangistas! A las mayores se les decían falangistas y a las pequeñas flechas (riu). ¡Y sabes, nena! Mi hermana, la mayor, que era modista de casa, pues, me hizo la falda plisada en azul marino, la camisa en azul claro, el bolsillo y la Falange, aquí, bordada, me la bordó, el correaje y todo.
Y éramos las que asistíamos a los comedores, niños que no tenían los padres, unos porque estaban por la parte de derechas, otros porque estaban por la parte de izquierdas... pues, nosotras, las flechas, ayudábamos a los falangistas.
Entonces no había tanta libertad, mira, en todas las cosas armados. Yo no entiendo de política, “prou” faena tengo de entender de mi casa... (riu), pero bueno, cuando Franco no podías hablar nada porque entonces estabas señalada pero es que ahora es demasiado, de un extremo a otro, no he visto un entremedio.
Mira, porque yo, cuando vine y tuve a mi hija y mi hija tuvo un año, yo me puse a la fábrica de labores donde trabajaba mi marido y bueno, mi marido se quedaba con la niña porque él empezó con el estómago... Hacía un turno, mi marido, y yo, otro, para que él no echase horas, que tuviera reposo, porque estaba del estómago mal, que ya se operó allí, en Badajoz.
Yo vivía al lado de donde vivían los abuelos del Joan Garriga, pero luego me vine a la carretera de l’Ametlla, del cruce para abajo. Yo me ponía a trabajar a las cinco de la mañana, porque empecé por la tarde, pero como mi marido estaba del estómago y eso, pues los dueños, muy buenos dueños, dijeron: Mire usted, para que no coja el frío de la mañana su marido, pues, que venga por la tarde, al turno de la tarde. Y entonces lo cambiamos.
Yo salía de más abajo del cruce a las cuatro y media de la madrugada, tenía que llegar a las cinco allí, ¡andando lista! ¡eh! En la carretera de l’Ametlla había una casa aquí y otra aquí y campo, no como ahora... pues a mi no me daba miedo y ahora me da miedo, porque ahora no hay respeto y ahora no hay justicia.
Cuando llegamos aquí, en Régimen de Franco, lo mismo que allí, igual de controlados, el catalán no lo podían hablar, que yo, mi yerno dice: pues yo no les voy a hablar en castellano, porque él es catalán y mis hijos también.
Mis hijos han venido del colegio y me han dicho: Mamá, como se dice allò en castellano? Con los amigos, en el colegio y todo... a mí me ha gustado que lo sepan todo, ¡porque es muy bonito! Lástima que yo... Y me dice mi nieto, cuando era más pequeño, dice: ¿Iaia, como no “parlas” como nosotros? Mi consuegro en catalán, mi hijo en catalán, todos en catalán y yo en castellano, digo, porque lo mío ya me cuesta trabajo.
No, aquí no había esa religión que había en mi pueblo, ibas a misa y ya está.
Mira, al cine no he ido, sé donde está la puerta, pero no sé para donde tengo que tirar, porque mi marido era una persona que no le gustaba salir, como no se encontraba bien... vida social y cultural, poca. Donde únicamente he ido es al Patronato, cuando han salido mis hijos, cuando han hecho un teatro y eso, entonces sí, con el colegio.
Yo he llevado aquí una vida durísima, más que en mi pueblo!! He tenido vivienda peor que en mi pueblo, porque en mi pueblo ya teníamos la casa que tenían mis padres y luego cuando me casé me fui a una casa, arrendada, pero ¡me fui a una casa! Y cuando me vine aquí me fui a un... a una habitación, ¡a una habitación! Sin derecho a cocina, ¡qué eso no se hace! Pero yo si me hubiese podido ir al otro día a mi pueblo, me voy, porque ni siquiera con derecho a cocina, ¡Es lo mínimo! Fue un principio muy duro, ¡muy duro! Eso lo sabe la Laura, la madre del Joan. Y claro, pues, como te ibas a ir al pueblo... Mira, habíamos vendido todo el grano, porque mi marido ya no iba a sembrar allí el trigo. Ya no íbamos a comer que entonces andaba la cartilla adinerada, si tus padres se acuerdan de eso... porque luego, pues, había las raciones, las que teníamos de posibles se ponían en la cartilla adinerada, para todo el año y luego, te permitía, porque el gobierno no te daba ayudas ni nada, no te llegaba tampoco para todo el año ¡eh! Pues tu tenías que reservar un poco de trigo porque, yo no me acuerdo de eso pero si tantos de familia eras ¿no? Pues el gobierno te permitía tantos kilos de trigo al año. Pues tú, con eso, no tenías bastante y entonces tenías que reservar trigo para devolverlo, a trasperlo, aquello era... y bueno, pues ya vendimos los garbanzos, también allí, para todo el año. Mira, mi marido se ganaba la vida así, pero si te venía una enfermedad como la que nos vino cuando tuve a mi hijo... mal.
Además, mi marido se pinchó el dedo pulgar con no sé... con juncos, que pinchan mucho. Vino la siega de la cebada, que es lo primero que se siega, en mayo, y mi marido no la pudo segar, tuvo que llamar a gente para que se la segaran, pues todo era... muy mal.
Y decíamos: bueno, si nos pasa otra cosa de éstas, vamos a ver aquello, allí haremos un poco de dinero y nos venimos otra vez, era con la condición de irnos otra vez al pueblo. Nosotros salimos del pueblo, aquel año, dos matrimonios, al año siguiente salieron cuatro y luego seis (riu) y si te ibas otra vez que ibas a hacer, nosotros ya, aquello lo hicimos primero, la casa también ya la tuvimos que dejar, claro.
(La mort de Franco) Como una muerte, como otra cualquiera. Estábamos un poco preocupados porque dices: ahora no sabemos el cambio, cómo va a ser, no. Y ya pasada una guerra, pues, te preocupas más. Es lo mismo que cuando quisieron dar el golpe de estado, el susto te lo quedas ¿no? Porque yo ya te digo, tenía diez años cuando la guerra, pero yo me acuerdo, vamos... ¡muy bien! de la guerra.
Mi hermano, que nos escribía mucho y estuvo veintiún días sin escribirnos, y mi madre pues estaba, uff... Mi madre me mandaba a todo porque a ella le daba vergüenza ir (riu) e íbamos al cartero. Y él antes de salir, temprano, nombraba las cartas y para cogerlas más pronto, pues, me mandaba mi madre: ¡A ver si hay cartas! Y le daba cinco céntimos o 10 céntimos y estaba contento, el cartero, y te daba la carta. Y todos los días, y llegaba a mi casa y: Mamá, no hay carta. Y a los veintiún días tuvimos carta de mi hermano. Y entonces dicen: ¡Pablo Cuevas! ¡Y yo me acuerdo de aquello! Y digo: ¡Ay! ¡Sr. Manuel, traiga usted! Y entonces me dice una señora ya de edad, dice: Hija, ¿desde cuándo no tenéis carta de tu hermano? Digo: veintiún días. Con razón has dado ese suspiro.
Yo salí corriendo, no dejé de correr hasta llegar a mi casa y les digo: ¡Mama! Que hay carta del Hilario, que se llamaba, y mi hermana corriendo, que era la que leía las cartas, la que va delante de mi y... en el Ebro y entonces, se decía por la radio de que el río Ebro no es agua, es sangre, porque fue un frente muy fuerte. Por la radio, el diario, el periódico, entonces no había los televisores. Cuando yo vine aquí, pues, entonces empezaba a salir el televisor. Murió mucha gente, nosotros después de todo, tuvimos mucha suerte.
Y a votar en el 77, después de tantos años. ¿Mucha gente? Normal, como siempre.
Nosotros no nos podemos quejar, la verdad, yo digo: Tengo dos pueblos, la Garriga y donde nací. La que dice renuncio de mi pueblo no le habrá ido bien, pero a nosotros, al final, nos fue muy bien.
Y te acuerdas de aquello, de aquello te acuerdas más que de lo que haces hoy, porque es verdad. Muchos recuerdos, estábamos en el taller, siempre estábamos cantando, ¡siempre! ¿Ahora cuántas chicas ves cantar? Estábamos haciendo el bolillo y estábamos cantando. Venía la Purísima ¡ea!, parábamos e íbamos a la parroquia. Y donde hacíamos el bolillo era la casa del cura, pero él no quería vivir allí, quería vivir más adentro del pueblo y entonces, allí, es donde había siempre actividad y el taller de bolillos, que lo puso el cura. Y hacíamos cosas para aquí, para Barcelona...