- Lo primero que te presentes un poquillo, que digas quién eres, de dónde vienes ¿qué representa para ti la Garriga? ¿Qué es la Garriga?
LUISA: Pues, yo me llamo Luisa Granados, procedo de Andalucía, de Almedinilla. (¿A dónde miro, es igual... ah! A ella...) aterricé aquí en la Garriga, bueno, me trajeron, tenía 11 ó 12 años, por ahí va... después, cuando tenía 22, me llevaron a Riells y ahora he vuelto otra vez aquí, porque era el sueño de mi vida por decirlo de alguna manera.
- ¿Por qué fue un sueño para ti?
LUISA: A ver..., uf, no lo sé... porque para mí venir aquí a la Garriga fue otro mundo, otra cosa... nosotros vivíamos muy alejados del pueblo... eh... lo que allí en Andalucía se llamaba una casa de campo, un cortijo, como quieras decirlo, y para mí pues venir aquí fue pues yo que sé... venir a la civilización por decirlo de alguna manera porque no sé decirlo de otra manera. Y bueno, pues, después, ir a Riells fue como retroceder en el tiempo. Para mí mi vida es eso, yo me lo imagino así, a ver, no tiene nada que ver porque yo aquí tengo, porque aún la tengo, una casa muy bonita con todo lo que se puede tener, pero bueno, no tenía nada cerca, pasaba igual que allí en el pueblo. Para todo tenía que usar el coche, entonces para mí esto no... y me ha costado 30 años pero finalmente he vuelto aquí, en el mejor momento no, pero bueno. Esa es otra historia.
- ¿Qué años viviste aquí en La Garriga?
LUISA: Ostras... pues no lo sé cuántos años hace, pues debe hacer 40, que calcula en el tiempo, no sé ni en qué año fue.
- 40 años atrás más o menos, ¿tenías 11 ó 12 años?
LUISA: Sí, tenía 11 ó 12 años, por ahí, tengo 52 así que hace 40, no falla.
- Cuando vinisteis aquí, ¿dónde os instalásteis?
LUISA: Cuando vinimos aquí, el primer piso que nos fuimos a vivir fue en la calle Consell, ahora no me acuerdo del número (se ríe), sé que era en un bajo y después de la calle Consell nos fuimos al Patronato.
- Al teatro.
LUISA: Sí, donde está el bar, encima habían como dos pisos y allí estuvimos viviendo nosotros unos años también, hasta que después mis padres compraron el piso de la calle Llerona y nos fuimos a vivir a la casa Llerona; desde allí ya me casé y ya me fui a Riels.
- Y todos estos años que viviste... (interrumpe el técnico de sonido para que levante el brazo y dejar libre el hilo del micrófono) “es que et sona, per sota del braç...”
LUISA: Bueno yo es que, además, estarme quieta como que no (risas).
- Vale, lo que me gustaría es que explicaras los años que has estado en la Garriga viviendo, como mujer, como hija soltera... Un poquito, por ejemplo, viniste con 12 años pues...
LUISA: 11 ó 12.
- ¿Qué es lo primero que hicisteis? ¿Os apuntaron a la escuela? ¿Qué?
LUISA: Sí claro, lo primero fue apuntarnos a la escuela, lo que pasa es que yo iba cuando iba, cuando podía.
- ¿Y esto?
LUISA: Cuando mi madre no tenía más que hacer pues después iba yo a la escuela, pero si mi madre tenía algo que hacer, como ir a Granollers o ir a, yo que sé, a hacer algo con los críos o lo que sea, porque yo soy la segunda y chica y somos 9 hermanos, o sea que... yo fui al colegio pues eso, cuando el tiempo de mi madre lo requería.
- ¿Qué recuerdos tienes de eso? Las otras niñas...
LUISA: Yo el único recuerdo que tengo es que yo cada año hacía el mismo curso, los años que yo fui al colegio... yo me vine de allí haciendo quinto, me parece que fue, de EGB y aquí seguí con el quinto y me parece no me jubilé, bueno, no me jubilé pero acabé el colegio en quinto, o sea que siempre, porque nunca lo acababa.
- ¿Y eso qué suponía? Porque tenías amigas dentro... eran diferentes a ti.
LUISA: A ver, hombre claro, las que iban siempre al colegio eso era matemático, que claro, que se notaba en todo, en todo, lo que pasa que para mí, yo tengo un carácter, que para mí nunca me ha supuesto un trauma ni nada de eso porque a lo mejor yo tenía otras armas, por decirlo de alguna manera. Yo si... tu decías, la primera cosa que me dijeron "tú eres andaluza" ah!, la primera que me soltaron fue “setze jutges d’un jutjat mengen fetge d’un penjat”; se me quedó aquí, no se me ha olvidado nunca más, tú lo dices yo también, aunque no sea catalana y no sea de aquí y no haya estudiado aquí.
- No sé, por ejemplo, la vida de las otras niñas que eran de tu edad, ¿tú la ves diferente? ¿tenían más libertad?
LUISA: Hombre! Totalmente.
- ¿En qué sentido?
LUISA: A ver, yo que sé, yo, para empezar, de mi casa no me podía ir hasta que no estaba la última cama hecha. Por decir algo, fuera lunes, fuera domingo, fuera lo que fuera.
Mis hermanos siempre tenían pues, ese privilegio que yo no, si a un hermano mío le daba la gana de levantarse a la una yo me tenía que esperar allí porque la cama la tenía que hacer yo.
- ¿Y cómo lo llevabas?
LUISA: Y es así, es así la vida, y bueno a mi madre se lo he recriminado muchas veces... y ella dice pues que en aquel momento es lo que había y es lo que había.
- ¿Y tú qué piensas que es lo que había?
LUISA: Pues yo pienso que en aquel mundo era lo que había en MI casa, pero en las otras casas no, evidentemente. ¿Por qué? Porque nosotros veníamos de un sitio que la mentalidad, pues era así. El chico era el que hacía la vida fuera de casa o tenía toda la libertad del mundo y yo era la que me tenía que fastidiar en mi casa haciendo lo de los demás.
- ¿Y no te revelaste?
LUISA: No me quedó otra porque si yo en aquel momento... Yo siempre he dicho he nacido 25 años antes de la cuenta. Si a mí esto me pasa ahora, evidentemente que no, yo me piro de mi casa, está clarísimo, claro, esta clarísimo y lo pensé, eh? Lo pensé, lo que pasa que de dónde sacaba yo el dinero para irme de mi casa. Imposible, primero que cuando tenía 14 años ya empecé a trabajar en la fábrica y yo el sueldo se lo tenía que dar a mi madre íntegro. A mí...
- ¿Con 14?
LUISA: Sí, empecé con 14 o 14 y algo. Empecé en la Comère, que ahora no existe, y a mí me pagaban... ahora te pagan, te hacen tu nómina por el banco y tal y cual... no, no, no, a mí cada semana, me parece que era, me daban mi sobrecito y yo tenía que... hasta la calderilla.
- ¿Te daban algo para ti?
LUISA: No.
- ¿Cómo sobrevivías?
LUISA: A ver, como podía, como podía, porque a ver, si yo le decía “mamá, este fin de semana me quiero poner falda, comprarme unas medias”. Vale muy bien, como tuviera la mala suerte que aquella semana se me rompieran las medias y a la semana que viene dijera que me quiero poner, pues va a ser que esta semana no hay medias, es un poco la vida.
Y después a la hora de salir y así, éramos un grupo de chicas, todas, y era cuando se estilaba, bueno cuando existía el Moustage todavía y, bueno, aquí hacíamos nuestros “trapis” y entrábamos. Bueno, me hacían entrar, entre dos o tres pagaban la entrada y después entraban y les ponían el sellito, aquel dichoso, y después, a medida que íbamos entrando nos íbamos marcando el sellito y así entrábamos.
- O sea, ibas sin dinero a la discoteca.
LUISA: Sí, sí, totalmente.
- ¿Y tus amigas tenían el mismo problema?
LUISA: A ver, había alguna, siempre hay alguna que dices, bueno, está ésta de mi grupito, pero no, las demás siempre tenían su dinerillo y tal. Hasta incluso yo trabajaba en la Comère y después aquí en Can Luna, que Can Luna sí que existe y necesitaban gente para hacer refuerzo, entonces yo me apunté y pensé “ostras, pues esto va a ser mi salvación porque yo aquí me voy a ganar unas perrillas y...
- De más a más.
LUISA: Que éstas serán las perrillas que yo tendré para (risas) ¡seguro! (más risas)
- ¿Qué pasó?
LUISA: Pues, pasó lo que pasó, que mi madre me dijo que ni hablar. Que ni hablar que el dinero yo tenía que darlo todo en casa y tal, y yo le dije “pues bueno, pues yo no te voy a dar el dinero porque yo de este dinero me voy a hacer mi ajuar” y dijo “ah! Pues vale, pues tú te vas a hacer tu ajuar pero yo no te voy a comprar nada.
¡Ay! Y yo allí ya no me acuerdo cuánto ganaba, no me acuerdo si ganaba 700, ¿cuánto ganaba? No me acuerdo cuanto ganaba, yo sé que en la Comère sí que sé seguro que comencé ganando 700 pesetas, no me acuerdo cuánto ganaba, pero con ese dinero yo me tuve que hacer todo el ajuar. Mi madre no me compró nada, nada, nada, nada. Que antes las madres compraban, yo que sé, antes era una burrada lo que se hacía, porque a lo mejor te compraba 3 ó 4 docenas de toallas, 2 docenas de juegos de cama que tampoco sé para qué...
Pero es lo que se hacía en aquel momento, entonces, pues todo eso lo tuve que hacer yo con el dinero que ganaba en las toallas.
Y después, encima, cuando me casé me dijeron que no me daban nada porque yo me había quedado el dinero de las toallas, entonces ese era mi...
- Eso era tu... regalo de boda.
LUISA: Sí, sí. Eso era lo que yo... (profundo suspiro).
- ¿Y a qué lo atribuyes eso?... que fueran así con el dinero...
LUISA: Es que no lo sé, porque con mi hermano no fue así. Mi hermano sí que trabajaba, trabajaba mucho... (amago de llanto).
- ¡Tranquila!
LUISA: ¡ya estamos! Pero bueno, mi hermano tuvo muchos privilegios que yo no.
- ¿Crees que porque era hombre?
LUISA: Claro!
- ¿Qué tipo de privilegios?
LUISA: Entonces él trabajaba. Él trabajaba muchísimo, yo no digo que no, pero él se casó, él tuvo su piso, tuvo sus muebles, tuvo su boda, tuvo su ajuar... en cambio yo no tuve nada. Por ser chico, él era el primero, yo era la segunda, y yo no tuve nada.
- Lo atribuyes al hecho...
LUISA: Al hecho de que era chico. Sí. Me imagino. Es que no lo sé, no me lo preguntes porque es que no me lo explico, no lo sé... ufff (se seca una lágrima).
- Tranquila.
LUISA: Sí bueno, ¡pero es que esto!...
- Bueno, hablemos de cosas más divertidas. ¿Cuándo conociste a tu marido?
LUISA: A mi marido lo conocí cuando tenía 15 años, o 15 y algo, y en cierta manera, bueno, a mi marido lo putearon a la vez que a mí, él jugaba a fútbol por aquel entonces y él me decía “mira...” porque él jugaba cada sábado, como el Barça, ¡pero sin ser del Barça! (carcajada) y una semana jugaba el sábado por la tarde y otra jugaba el domingo por la mañana, y el que jugaba por la tarde... pues mira... muy bien... la semana que jugaba por la tarde de coña, porque sí que podíamos ir, pero el domingo, que jugaba por la mañana, pues, si me venía a buscar, él se perdía el partido, igual que yo.
- ¿Cómo se perdía el partido? igual que tú...
LUISA: Hombre, yo hasta que no se levantaba el último hermano mío, ya te lo he explicado antes, yo no me podía ir de mi casa. O sea, que si a mi hermano le daba la gana de levantarse a las dos, yo estaba allí. Hasta que al final, cuando le tocaba jugar el domingo le decía “cariño, vete a jugar tu partido porque sabes que yo, hasta que no se levante el último y esto...".
- ¿Y no podías negociar con tus hermanos para que se levantaran antes?
LUISA: (con sarcasmo) Sí!... Qué va! Imposible.
Alguien interrumpe la entrevista para colocarle bien el micro.
Càmera: (al otro lado de la sala): Es que tens el collaret que va picant! Posa’l al mig...
LUISA: (se ríe fuerte) ¿Queréis que me quite el collar?
- Però estàs molt guapa, no? (Luisa se ríe más)
Càmera: No, és que com et movies... i cau una mica la...
LUISA: Es que... que el micro se oiga bien... eso va a ser un milagro! (todos ríen).
- ¿Dónde lo conociste al Josep?
LUISA: A José lo conocí en el Moustage (sonríe).
- ¿En el Moustage?
LUISA: Sí.
- ¿Y cómo fue eso?
LUISA: En el Moustage, que para ir al Moustage, al principio iba que no lo sabían, porque no me dejaban, así de claro, y, bueno, pues bueno, me inventaba una historia cada vez hasta que al final pues digo... ”pues me voy al Moustage con la Melli, con la Beni, con tal, con cual...” “Y cómo te pagas la entrada?” Digo: “me busco la vida” “No tienes por ahí alguno!?” digo “no tengo ninguno”.
Simplemente hacemos nuestros trapis y yo entro al Moustage gratis. Y allí conocí a José, allí conocí a mi marido.
- Y qué ¿cómo fue?
LUISA: Muy bien, es lo mejor que me ha pasado, sin duda.
- Y cuando empezasteis la relación, ¿os dejaban ir solos? Al principio de todo...
LUISA: ¡A ver! ¡A ver! Mi marido ni vino a mi casa hasta que llevamos tiempo saliendo.
Lo que pasa que tenemos nuestros problemillas, bueno, a ver, si un día, yo que sé, si por alguna cosa (mi tía también era muy puñetera, y cuando vivíamos en el Patronato mi tía vivía en el otro piso) y a lo mejor venía y si le daba por decir, “ya está ahí la mogiganga de tu hija esperándolo” pues si se le cruzaban los cables aquel día salía dos horas más tarde, por tocar las narices, digo yo que era... no lo sé... son cosas... vivencias que ahora las piensas y dices, todo eso, madre mía, ¿todo eso lo he aguantado yo? Pues lo he aguantado, no sé, es lo que me tocó hacer.
- ¿Tenías amigas de aquí de la Garriga?
LUISA: Sí, y nos lo pasábamos teta, sí, la época esa del Moustage, todo eso fue muy chulo.
- ¿Qué te decían ellas con la madre así?
LUISA: A ver, habían otras que estaban en mi misma situación, o había una que estaba incluso peor porque la madre venía allí y se ponía en la puerta del Moustage todos los domingos (risas). Sí, allí, queríamos salir y decíamos: “Carme, la teva mare ja está aquí” y decía “no fotis, otra vez esta aquí la bruixa” deia bruixa i tot a sa mare.
- O sea, que no es un tema, porque a veces dicen que muchas veces la gente que viene del pueblo viene con otra mentalidad.
LUISA: A ver, esa chica no sé si era de aquí o era también de fuera, no me acuerdo, pero sé que esa chica estaba también bastante puteada, pero las otras, no las otras ya era una cosa normal. Pero ya no era el tema de decir... o sales de noche o sales de día. Bueno el tema de la noche ya ni... buenoooo... en mi vida fui a una verbena, y porque aquí sí que negocié con mi hermano Francisco, que le dije “¡pobre de ti, porque me voy de verbena contigo y pobre de ti que vengas antes que yo!” Yo no sé cuánto rato estuvo allí esperándome, allí abajo, porque yo me fui de verbena con él y mi madre creo que aún se cree que fue, porque nunca más se habló.
- ¿Que tu madre aun se cree...?
LUISA: Que me fui con él y no evidentemente me fui con mi marido de verbena.
- O sea, ¿te veías un poco obligada a mentir, no?
LUISA: Más que en toda mi vida (risas), pero bueno, ahora pienso, madre mía, es otra vida totalmente... Ha dado una vuelta tan grande... que no sé...
- ¿Qué opinas?
LUISA: A ver, antes era una cosa que era inaguantable, aquello no se aguanta por ningún sitio, pero ahora encuentro que ahora ya es demasiado, pero vaya, yo prefiero esto a lo otro, si yo ahora pudiera retroceder en el tiempo 25 años, con la experiencia que tengo ahora, ¡no iba a ser mala! ¡No iba a ser mala yo, madre mía! No iba a dejar bicho viviente en la tierra, así de claro. Y a veces si le digo, “pero, a ver, mamá, ¿tú crees que lo que tú hacías era racional y era lógico y era natural?” “Pues es lo que en aquel momento tocaba, era lo que se llevaba en aquel momento”. ¿Qué coño que era lo que se llevaba en aquel momento? Que después vino mi hermana y empezó a salir con un chaval... y yo digo pero ¿y esto?, una vida tan diferente a la mía, ¿cómo puede ser posible?
- Con la misma madre, ¿no? ¿cuánto te llevabas con tu hermana?
LUISA: 11 años.
- Y ella sí que pudo salir...
LUISA: Que si pudo salir... yo alucinaba... si la llamo un año por su santo y me dice mi madre que no estaba en casa, que se había ido a Andorra, pero ella sin saberlo, que se había ido a Andorra y que la llamó desde Andorra que no venía a dormir. Y le digo a mi madre “y, mamá, y ¿tú eso como lo aguantas?” y me dice “¿y qué quieres que haga si me ha llamado desde allí?” Y digo, ¡qué tonta!, ¿lo ves?, es que las cosas se hacen así.
- Bueno, también han cambiado un poco más el tema.
LUISA: Bueno, a mi hermana la puteó como a mí, lo que pasa es que mi hermana no se dejó, pero qué pasa, que mi hermana empezó a trabajar, bueno otro hermano mío, cuando él empezó a trabajar y a tener su dinero y tal él dijo “esperaos que mi sueldo es para mí” y aquel fue el que cortó el relato, y el Joaquín fue el que dijo, no, no, no, no, yo mi dinero es para mí, mi sueldo es mío, yo os daré a vosotros si hace falta para comer, para lo que haga falta un tanto, lo que sea, pero no, no, mi dinero es para mí, ¡qué leches! Y a partir de aquí todos hicieron lo mismo, todos hicieron lo mismo y mi hermana, mis hermanos, evidentemente ninguno limpiaba baldosas, ninguno planchaba, ninguno hacía cristales, ninguno hacía nada... entonces mi hermana, pues mi madre le dijo “tú tienes que hacer aquí como hacía tu hermana, los sábados la cocina, los cristales, no sé qué...” y dice “yo te doy a ti mi parte de dinero como hacen mis hermanos, ¿mis hermanos no hacen esto, no verdad? Pues yo tampoco” y esa tuvo dos pares, tuvo dos pares de ovarios, yo no claro.
- Bueno, que cogió otra época.
LUISA: No, si...
- O sea, que estabas... ¿trabajabas fuera y dentro de casa de soltera?
LUISA: Yo no recuerdo, y mira que me acuerdo de cosas, yo no recuerdo nada sin yo tener una obligación en mi casa, o bien cuidar de los niños o bien... O lo que sea. Aún me acuerdo cuando vivíamos en el Patronato, esto es muy bueno, un sábado, no se me olvidará en la vida, en un patio enorme, la lavadora allí en un rincón y el lavadero en un lado, pero la lavadora de esas que sólo lavan. Un montón de ropa así, la ropa de todas las camas, de todos, enciendo la lavadora y no va, y digo ¡ay!, madre mía, cogí un destornillador... y es que se había desempalmado un cable del enchufe. Ya te aseguro que la arreglé, porque si no me hubiera tocado lavarlo todo a mí a mano en el lavadero, pues sí.
- ¿Tú como recuerdas esto? ¿A parte de la parte negativa, que cambiarías?
LUISA: A ver, el pasado lo triste que tiene es que no se puede cambiar nada, eso esta ahí.
- ¿La diferencia de la vida en el pueblo? ¿Es mejor la vida de la Garriga?
LUISA: A ver, con todo lo duro que fue esto, peor era lo de allí, evidentemente, porque allí cuando era el tiempo de ir a recoger las olivas, pues allí, con 6 ó 7 años ya íbamos a recoger olivas, ¿eh? Que habían unas heladas en el suelo que tenías... te quedaba el dedo hecho... al final ya te las ingenias y te buscas un trozo de olivera o lo que sea y las arrancas del suelo. Porque allí si el tío que pasa detrás de ti, a ver si lo has hecho bien, y queda alguna oliva, te hace volver a cogerla, ¿eh? Y al final ya, con mi hermano el que iba detrás de mí, ya le decía “Francisco, yo voy a arrancar todo eso del hielo...” Y cogíamos un terrón de tierra, lo chafábamos y se lo echábamos encima.
- Para que no se vieran.
LUISA: Eso con 6 ó 7 años ya lo hacía yo, para que veas. La ley del más fuerte.
- ¿Y ahí en el pueblo también hacías cosas de casa?
LUISA: Hombre, ¡claro! Evidentemente. Igual que aquí. Lo que pasa es que en diferente... Si aquí era... ¡no te digo! Allí teníamos que ir no sé cuánto trozo, porque en la casa no había ni agua corriente ni luz ni nada. Allí teníamos que ir donde estaba la fuente más cercana, bueno, había como unos lavaderos y unas historias y tenías que ir pero, pero bastante lejos. A lo mejor, pues, como de aquí a donde vivo yo. Y para abajo que ibas con la ropa seca, una cuesta empinada, empinada, y para arriba con la ropa mojada... Ala, para arriba. Sí, sí, durillo, durillo.
- O sea, que es mejor, ¿no? la vida...
LUISA: A ver, yo ahora lo pienso, pues que mi madre... yo digo que me puteó, a ver, la mujer, yo creo que hizo lo que en aquel momento pues, yo que sé, tocaba, o lo que sea; y después, por otra parte, pienso qué tuvo que pasar ella, y su madre, y me conformo. Pienso “bueno, mira, como eso ya está pasado...” y ya está.
- ¿Y porqué decidisteis venir a la Garriga?
LUISA: Porque había más gente de allí, me imagino, y mi padre se vino... bueno, mi padre venía siempre por temporadas, a lo mejor venía 3 ó 4 ó 6 meses, y la última vez que vino, con mi hermano mayor, y entonces, ése tuvo la culpa de que nosotros estemos aquí.
- ¿En qué sentido?
LUISA: Porque, bueno, mi padre dijo “tú ya tienes edad de trabajar, tú te vienes conmigo y en vez de ganar un sueldo vamos a ganar dos” ¿no? Y entonces trajo a mi hermano y él se añoraba de nosotros, y por eso nos vinimos aquí (entre sollozos).
No, si es verdad, mi hermano tuvo la culpa de que viniéramos. Si mi padre no se hubiera traído a mi hermano quizás estaríamos allí todavía.
- ¿Y cómo fue el viaje?
LUISA: Eterno. Eterno. Con un autobús de aquellos de aquí me paro, allí sigo, bueno, una pasada, tardamos 14 ó 15 horas en llegar. Una barbaridad. Además veníamos todos pequeños... No sé, que ahora vas a Andalucía y en 6 ó 7 horas estás allí, pero antes no, buff.
- ¿Y qué recuerdas del viaje?
LUISA: Que nos mareábamos todos muchísimo, de eso me acuerdo mucho.
- ¿Y veníais mucha gente?
LUISA: Venía el autobús lleno, sí. Pero una tartana de aquellas... Pero no es lo que recuerde más, yo me acuerdo de eso, que nos mareábamos mucho...
- Y que fuisteis, primero a Barcelona o...
LUISA: Uy, no tengo ni idea...
- También eras muy pequeña.
LUISA: No tengo ni idea de eso, no lo sé. Aterrizamos, ya te digo, aquí en la calle Consell.
- ¿Estabais de alquiler?
LUISA: Sí. De alquiler.
- ¿Y cómo os acogió la gente de la Garriga? ¿Os sentisteis bien? ¿Os sentisteis distintas?
LUISA: Es que era diferente a ahora, ha cambiado todo muchísimo. Pero en este aspecto también. Antes toda la gente del pueblo se conocía, yo que sé, la gente de la calle, en verano, por ejemplo, las calles estaban sin asfaltar. Yo me acuerdo cuando vinimos aquí a la Garriga, la calle Consell y la Calle Llerona, donde vive ahora mi madre, estaban sin asfaltar. Cuando hicieron el bloque donde vive mi madre ahora, había ese bloque y todo terrenos, estaba todo vacío, no había nada. Al lado había una palmera enorme, que todos los años nos hartábamos de dátiles de la palmera esa. Y ya en verano salíamos afuera todos los vecinos, era diferente. Ahora no, vives en un bloque y la gente no se conoce.
- ¿Y os acogió bien la gente catalana, catalana, de toda la vida de la Garriga?
Bueno, pues nada, eso, que explicaras un poco cómo era la gente de aquí. Si eran abiertos, si veías muchas diferencias en el modo de vida...
LUISA: A ver, no, no recuerdo mucho pero tampoco nos relacionábamos con mucha gente catalana. Al principio de estar aquí digamos que íbamos en..., ¿con los nuestros no?, después sí que empiezas a conocer gente de aquí, gente catalana, pero al principio íbamos como hace ahora la gente de fuera ¿no? que van con los suyos. Ahora, al menos yo estoy viendo, en toda esta gente extranjera que hay, lo que nos pasaba cuando vinimos aquí. Ves por ejemplo 4 ó 5 marroquíes y ves marroquíes, no ves a ninguna de aquí con ellas, ¿eh? o a lo mejor para una vez que veas una de aquí con ellas dices, qué cosa más rara. Pero si ves a 4 ó 5 de estas mujeres, pues van ellas, no van otras, y eso es lo que hacíamos nosotros cuando vinimos aquí. Íbamos 4 ó 5 ó 10, pero todas de allí, de aquí pues al cabo del tiempo pero...
- Costaba.
LUISA: Ya, cuando empecé en la fábrica, que ya, claro, la gente de la fábrica era catalana. La chica que me enseñó catalán, la Montse Babón, que aún la veo ahora, y esta chica es catalana de siempre, y los padres y todo muy bien, esta chica me enseñó mucho a hablar en catalán.
Y yo la suerte que he tenido es que a mí nunca me ha dado vergüenza hablar en catalán, ¿que me equivoco? bueno, dime cómo se dice correctamente verás como la vez siguiente lo diré bien. Y ya está, yo no tuve problema en hablar catalán por eso, porque yo decía “¿verdad que lo he dicho mal? ¿cómo se dice bien?”
- ¿Y era un problema, para vosotros, en general, el no poder hablar en catalán?
LUISA: Yo es que me adapté muy pronto, no tuve problema. Será por mis ganas de aprender, o mis ganas de que las otras estaban hablando y no saber qué estaban diciendo, eso me...
Pues yo que sé, enseguida lo captaba, no tuve problema, ninguno.
- ¿Y tu marido es catalán no?
LUISA: Sí, pero mira que cosa más curiosa que a mí mi marido no me ha hablado catalán más que desde que nació mi hija. Es curioso porque mi hija nunca me ha hablado en castellano, siempre lo ha hecho todo en catalán. Y cuando estudiaba, que ella ya era más mayorcita, me decía, “mamá, tengo un problema de los grandes”. Así hablando muy... y me decía “no sé cómo se llama en catalán esta cosa” y me lo preguntaba a mí ¡que yo no era nada! Y es curioso, las palabras raras son las que más... Me acuerdo una vez que me preguntó cómo se llamaba el pepino, que no lo sabía, ¿cómo se llama pepino?, me decía “mamá, tú me tienes que sacar de este problema ¿cómo se llama pepino?”. Me acordaré siempre. Y me acuerdo también una vez que ella tenía 5 ó 6 años, era pequeña, y fuimos al mercado de San Carlos, y fuimos a comprar pescado, que yo el pescado lo pedía todo en catalán, y viene a casa y dice “papá, ¿tu sabes como se llama el boquerón en catalán? Porque yo me he enterado hoy ¿eh? ¡Que la mamà ho compra tot en català!” Le decía a su padre... (suspiro).
- O sea, para ti no ha supuesto ningún tipo de...
LUISA: No, para mí no, para mí el catalán no, y ahora porque estoy liada en muchas cosas pero para mí, ahora, yo haría un curso de inglés para poder entender algo, a mí me gustaría, no para poder hablar en inglés porque yo eso sé que a mi edad eso ya no lo voy a conseguir, hablar un inglés correctamente, pero, por ejemplo, para yo, por ejemplo, si voy fuera... para yo poder desenvolverme, eso me gustaría.
- Bueno, nunca es tarde.
LUISA: Nunca es tarde, yo no lo descarto, con eso me pasará como con el ordenador, tengo ganas de meterle mano, pero a ver si puedo.
- Poco a poco. Y otra cosa, tú fuiste joven más o menos sobre los años 70, ¿tú te acuerdas a nivel político de alguna cosa, si tenías alguna amiga que estuviera metida en alguna cosa política?
LUISA: No, de esto no, no.
- ¿Te suena algo? ¿Conocías a alguien de la Garriga que estuviera implicado?
LUISA: No, de esto no.
- ¿Cómo vivíais vosotros los cambios?
LUISA: No lo sé, a ver, ni entiendo ahora, y en aquel entonces menos todavía, no entiendo muy bien esto de la política, por dónde va, pero antes, esto de la política, a nosotras lo único que nos hacía ilusión es cuando decían tal día hay elecciones, hay votaciones, tal y que cual, nosotros lo único que sabíamos era que teníamos 4 horas de fiesta. Nos íbamos de la fábrica porque teníamos que ir a votar, teníamos cuatro horas pagadas.
- ¿Te acuerdas de cuando murió Franco?
LUISA: Me acuerdo, más que de la muerte de Franco, de la reacción de mi marido “gracias a Dios”. Yo creo que fue un hombre que hizo las cosas como pudo. O como en aquel momento eran, yo que sé.
- Pero bueno, a tu vida diaria no afectó, ¿no? Eso que decían de que con la transición venía la libertad, que hubiese movimientos feministas, ¿no afectó a tu vida diaria en aquel momento?
LUISA: No, en mi casa la libertad feminista no llegó hasta que me casé, y cuando me casé hice mi vida y se acabó.
- ¿Y tu vida con tu marido era parecida u os repartíais las cosas distinto?
LUISA: Al principio de casarme, pues, claro, él estaba criado como mis hermanos, exactamente lo mismo. Nos casamos y los 15 días que estuvimos fuera, pues bien, pero claro, volvimos cada uno a su trabajo. Yo me dejo todo preparado en mi casa, mi piso bien arreglado y todo bien. Y llego a mi casa, voy al cuarto de baño a ducharme y allí no podía ducharme, allí podía nadar si hacía falta, y le digo “¿tú te has encontrado el baño así? ¿tú crees que me voy a duchar en las condiciones que tú o en inferiores?” Y a partir de aquel día quedó claro, él se duchaba, cogía su ropa sucia y la ponía en el cubo, que era lo correcto, y nunca más tuve problemas. Y mi marido, ahora porque no tiene necesidad, pero mi marido lo único que no ha hecho en casa ha sido planchar; porque no le gusta, y no sabe y eso, pero lo demás… si ha tenido que hacer la comida la ha hecho, si ha tenido que lavar ha lavado, ha cuidado a la cría, y todo.
- Un cambio bastante sustancial.
LUISA: Sí, con mi marido sí. Es que con la experiencia que tuvo en mi casa... no veas. Y te tengo que decir que al principio cuando... es que yo creo que eso se te graba tanto, que dices, a ver, lo normal es lo que yo he pasado, y cuando mi hija empieza a ser grande y a querer salir, tú, inconscientemente, le dices, “¿cómo vas a salir tú hasta las 4 de la mañana?”, intentas hacer o haces lo mismo que te han hecho a ti, que es lo que mi madre hizo conmigo, hacer lo que habían hecho con ella. Mi marido decía “pero nena, ¿no te das cuenta que haces con tu hija lo que hacían contigo?”. Y digo, ¡pero si es verdad!
- Pero tenías a alguien que te lo decía, ¿no?
LUISA: Claro, y yo cuando me decía de ir al Caribú yo rezaba que ojalá no me dijese de ir al Caribú, porque con esa carretera tan mala que hay, ¿y si le pasa algo? Que no sé qué y no sé cuántos... Y mi marido “nena, que los teléfonos en seguida te avisan, que son para eso, ¿eh?”
Pero bueno, lo llevas tan machacado que al final acabas haciendo igual.
- Pero algo habrá cambiado, ¿no? Porque tu actitud ya fue distinta. Aunque tú lo tengas marcado tú ya eras consciente y cambiaste un poquito...
LUISA: Hombre, mi hija no ha tenido mi vida ni por asomo vamos. Mi hija, para empezar, siempre ha sido muy inquieta y muy suya, que yo me tengo que ganar mi dinero y siempre de muy pequeña siempre ha estado haciendo remiendos y ganándose sus perras, y a mí, mi hija, Dios me libre de decirle a mi hija que me tiene que dar... Qué dices hombre. Ella se ha espabilado siempre, y yo nunca le he cogido nada de lo que ella ha ganado.
- ¿Y antes por qué se estilaba eso de dar el dinero a los padres?
LUISA: No lo sé, imagino que era el modo de vida, ¿no? Antes la gente tenía muchos hijos porque el día que esos hijos, bueno, yo quiero pensar que era así, porque otra explicación no tiene, porque tu oías a una o a otra decir “mira, a fulana ya le ha empezado otro hijo a trabajar”, y yo pienso que tenían muchos hijos para que el día que fuesen grandes fueran semanadas que entraban en casa, ¿no? No tiene otra...
- Y también, sí que hay diferencia, ¿no? Las familias de aquí no tenían muchos hijos...
LUISA: Claro, y además la gente de aquí, sí que a lo mejor había familias con 4 ó 5 hijos, ¿no? Que siempre eran menos que los que veníamos del pueblo. Pero esa gente, empezaban a trabajar y tenían su sueldo, contribuían en casa con algo, pero los hijos se quedaban con su sueldo y cuando llegaba la hora de independizarse tenían para su piso, o sus muebles... era otro sistema.
- ¿Crees que iba mejor para la economía familiar?
LUISA: Para la economía familiar, evidentemente, si mi madre tenía cuatro hijos y los cuatro le trabajaban y le traían la semanada, para la economía familiar era lo mejor, eso clarísimo, pero para nosotros no. Porque yo sé que mi hermano se casó en unas circunstancias que yo no, y él había empezado a trabajar a los 14 años igual que yo, ¿qué pasaba? Pues que mi hermano me llevaba mucha ventaja, pero mucha, mi marido siempre dice, aún ahora, que el problema está en los 10 primeros millones. Si los 10 primeros te los facilitan, te facilitan la vida. A mi hija se lo dice mucho. Y es así.
- No sé si quieres explicar algo más...
LUISA: ¿Te parece que te he explicado poco? (se ríe a carcajadas).
- Me has explicado bastante.
LUISA: Y sin parar, ¿eh?
- Hay una cosa que le he escuchado decir a tu marido alguna vez; que vosotros sois la generación...
LUISA: De los gilipollas, sí. Esa frase es de mi marido, y tu madre la aprendió también, tu madre lo dice siempre. Tu madre me dice “¡qué razón tiene tu marido!”. Porque trabajamos para los padres, después para nosotros y después para los hijos, y ahora espérate...
- Pero, bueno, entonces os consideráis, eso, la generación de la transición, ¿no? En ese sentido.
LUISA: Es que yo me imagino que es eso, porque a ver, nosotros, yo hasta que me casé tuve que dar el sueldo en casa y él igual, y después tuvimos que espabilarnos para montarnos nuestra vida, y después tienes los hijos y les tienes que dar una educación hasta que se van de casa, o hacen su vida, ¿no? Pues por eso dice que somos la generación de los...
- ¿A qué escuela ibas?
LUISA: Iba al Puiggraciós, el que hay encima de la pista, pero es curioso porque ves la cartilla de escolaridad y tanto en el pueblo como aquí: “No existió, no existió, no existió”. Estas son mis notas “no existió”.
- ¿Y por qué os apuntaban al colegio?
LUISA: Porque era una obligación, teníamos que ir al colegio, pero claro, mis hermanos sí que iban, ellos sí, la que no iba era yo porque tenía que ayudar a mi madre, tenía que sustituirla. Por eso mucha gente me dice “¿con la hija tan apañada que tienes como es que sólo has tenido una hija?” Pues porque yo he parido una vez, ¡pero he criado nueve! Y ya tengo suficiente.
Yo quería tener un hijo, pero yo estaba de niños hasta arriba, entonces, ¿para qué quería más? El que yo haya tenido sólo una hija... primero porque yo quería tener uno, aunque mi marido quería dos, pero tuve un embarazo fastidioso, y a él le hacía ilusión una niña, entonces como la primera fue niña, pues salvada por la campana.
Y él me dice “si quieres el niño, ya dirás algo” y yo, “qué!? qué!?, al igual!”
A mí ya me está bien con la niña, y no he echado a faltar más hijos, aunque no sé cómo es tener varios pero no estoy arrepentida y, bien, en ese aspecto...
- ¿Y el tema de los métodos anticonceptivos, cómo lo llevabas con tu madre?
LUISA: (Se exclama) A mí mi madre ni me explicó lo de la regla, ni en qué consistía, ni nada. Menos mal que me vino tarde y al trabajar en la fábrica yo sabía del tema por mis compañeras, pero si no... A mi hermana también se lo tuve que explicar yo. Un día le dije “ven Mari que te tengo que explicar cosas”. Y nos sentamos y le expliqué que le iba a pasar esto, lo otro, que no se asustase, y se lo expliqué, pero mi madre ni a ella ni a mí. Entonces un día me vino en la fábrica y llego a casa y le digo “bueno mamá, ya me ha venido la regla, que tu no me has explicado nada pero ya sé cómo va esto más o menos” y ella a mí jamás me dijo que si iba con un chico, pues existía esto o lo otro. Jamás.
- No lo habéis hablado nunca.
LUISA: Jamás, así como a mi hija sí se lo expliqué todo, pero mi madre a mí nunca.
- ¿Y el tema de las relaciones sexuales?
LUISA: ¡Menos! Si en mi casa se hablaba del tema siempre estaba la ropa tendida, yo no sé cómo se lo montaban, siempre estaba la colada tendida. No te daban, en ningún aspecto, no te preparaban para decir, así como yo a mi hija... cuando era chica..., ya ves tu, era chica chica, vosotros a lo mejor ni lo sabéis, el programa de Sánchez Ocaña, ¿cómo se llamaba? No sé, pero cada día trataban un tema diferente, y un día mi hija me pregunta “mamà, per on surten els nens?” Y yo, que estaba planchando me acordaré siempre, y digo “pues mira, los niños salen así” y me dice “mamà, no m’enganyis que quan vingui el papà li preguntaré”. Y daba la casualidad que en este programa explicaban cómo nacían los niños, y la llamé “nena, nena, corre, corre, mira com surten els nens, veus com la mama no t’enredava?” Y no me volvió a preguntar nunca más, porque si te preguntan y les respondes la verdad, no te lo preguntan más, pienso.
- Claro. ¿Y cómo te planteaste tú el tema de las relaciones con tu marido? A la hora de decir, pues, métodos anticonceptivos, ¿fuiste al médico? Porque claro, con una madre que no te apoya...
LUISA: A ver, eso fue, nosotros, por lo que oyes hablar, te explican las compañeras y entre él y yo y ya está.
- Complicado, ¿no?
LUISA: No, complicado no, simplemente ir a la farmacia y decir “dame una caja de preservativos” y ya está.
Porque mira, tenía una amiga en la farmacia, que aun está muchas veces, cuando voy, nos miramos y nos reímos, ésta que hay en la plaza.
- ¿La Suñol?
LUISA: No me acuerdo ni cómo se llama... pues la chica con gafas, que es de mi edad. Hace poco me dice “que tornes a viure aquí a la Garriga? Ostres! T’ha costat, eh? T’ha costat”.
Pues con esta chica, buff... De toda la vida.
- Bueno, creo que ya está.
LUISA: Ya está “tó”?